miércoles, 1 de octubre de 2025

VIRIDITAS, 32: Menos mal que llueve

El Salón Noble tiene unos ventanales a sur enormes. Presupuestamos unos estores pero salían muy caros así que pedimos a las costureras del Hospital que hicieran unas cortinas. Están puestas. La tela está reutilizada de las cortinas de los boxes de Urgencias. 

Hay sendos ventanales flanqueando las puertas antiguas de madera. Son bien vistosas, con volutas en las esquinas que parecen remolinos sacados a las nubes por el viento. Sus paneles centrales los ocupan vidrieras emplomadas dedicadas a la Biblioteca (un libro abierto) o a los laboratorios (una probeta). Detrás de estas puertas hay ventanas. La luz que entra ilumina las vidrieras, logrando un efecto muy bonito. Los días de sol los colores recorren el interior como si estuviera pasando un escáner. Las vetas de madera del suelo arden. Rematando el conjunto, una sucesión de ventanas semicirculares que parecen ondas en la mar.

Es muy difícil mantener estas ventanas del Salón Noble limpias por fuera, casi imposible los semicírculos altos. Para limpiar estos hay que asomarse y limpiar con una pértiga. La verdad es que nunca lo había visto hasta hace unos pocos días.

Oigo ruido, entro y me encuentro a un compañero de limpieza asomado:


Le pregunto y me lo explica.

Además de por el acceso son ventanas difíciles de limpiar por el salitre. El género de la palabra salitre lo cambia, unas veces emplea el masculino y otras el femenino, como es tradicional en Cantabria. Su familia es pescadora. El salitre corta el jabón, asegura, y no solo. Pasa como con los barcos, continúa, que hay que endulzarlos para que no se oxiden: el casco, la maquinaria, todo. El agua de limpiar cristales también hay que cambiarla cada poco porque a las pocas pasadas se ha salado y no limpia bien. Seis pasadas de media le lleva cada cristal, lo cual implica no menos de dos cambios de agua por cristal. Una tarea ardua. Si hace sol, peor.

Menos mal que llueve.