viernes, 1 de septiembre de 2023

VIRIDITAS, 16. Entrevista a Isabel Cofiño, historiadora del arte

El sol es mucho y cae a plomo. La sombra de la sede de la Fundación Caja Cantabria se delinea con total nitidez en el suelo. El de Tantín es un edificio de estilo neomontañés diseñado por Lluis Domènech i Montaner, maestro de Gaudí. Isabel Cofiño me espera enfrente, a la sombra del Paraninfo de la Universidad de Cantabria, cuya Aula de Patrimonio Cultural coordina. Es Doctora en Historia del Arte y comisaría junto con Julio Polo la exposición Sacro&Profano: Maestros Antiguos de las Colecciones del MAS y la Fundación Caja Cantabria. Su contacto me lo ha facilitado Juan Muñiz, Director de la Fundación y Bibliotecario de Honor de la Biblioteca Marquesa de Pelayo. La idea es fijar la genealogía de la noción de paisaje desde el arte, en particular la pintura. Nos presentamos y entramos juntos.

Propongo empezar la visita por el final, por el espacio dedicado a retratos porque hay uno en concreto cargado de simbología que entiendo puede conducir la conversación en muchas direcciones, todas interesantes. Se trata del retrato de María Luisa de Orleans, esposa de Carlos II apodado El Hechizado, atribuido al pintor Juan Carreño de Miranda, datado entre los años 1680 y 1683. Pertenece a la Fundación Caja Cantabria. En el cuadro la reina consorte deposita un collar de perlas en una concha que sostiene con la mano izquierda. Dentro de la concha hay un coral rojo.


Tomo una foto de detalle con el móvil, que, por cierto, no utilizo para grabar nuestra conversación (solo voy tomando notas a vuela pluma en un mazo de folios doblados para que sea más firme), y pregunto a Isabel por la razón de tantos elementos aparentemente extraños.

No lo son tanto si conoces su alcance, aclara.

La concha se relaciona con el agua, que representa la vida, es decir, este primer elemento se puede tomar como símbolo de fertilidad. Las perlas simbolizan la capacidad procreadora de la mujer. Ten en cuenta que esta mujer vino a España a ser madre, a tener descendientes. Infructuosamente, sentencia. Por último, en un contexto con altísimas tasas de mortalidad infantil, el coral rojo es símbolo de protección.

El coral rojo también forma parte de la batería de amuletos que se ponían las nodrizas pasiegas. Danitu trajo puesto un collar de coral el día de su entrevista. A este tipo de amuletos se les llama aminículos. Se ponían también a los bebés. Las pasiegas eran muy consideradas como nodrizas, en Madrid, en Sevilla y en otras grandes ciudades españolas, probablemente por simpatía, es decir, por relacionarlas con la leche de las vacas pasiegas, muy rica en grasa. Hoy apenas quedan ejemplares de esta raza autóctona, y es una pena. Son vacas pequeñas y rojas.

El paisaje pasiego es protocapitalista. Aprovechando el florecimiento de las ciudades que trajo consigo la Edad Moderna, los pasiegos sustituyeron la ganadería extensiva común a toda la Cordillera Cantábrica, de origen milenario, por otra intensiva centrada en producir grasa que convertían en productos lácteos que vendían en mercados urbanos. Es una adaptación muy inteligente porque el queso se transporta mejor y es más caro que la leche, y lo mismo la mantequilla y otros productos derivados de la leche. El paisaje pasiego actual viene de entonces. Tiene un valor inmenso. Las inscripciones más antiguas que podemos encontrar en los dinteles de las cabañas pasiegas son de la misma época que este cuadro ante el que nos hemos detenido.

Y una cosa más, señala Isabel antes de continuar nuestra visita: fíjate en los rasgos de la mujer: son muy parecidos a los de su marido. Esta característica recibe el nombre de "androginia marital". La nariz, la boca..., son las de su marido y no, por cierto, por ser él más guapo que ella. Al contrario, parece que ella era una belleza. Salió perdiendo, eso seguro. La estás viendo a ella y le estás viendo a él. No sabemos por qué pasa esto, reconoce Isabel, pero es común entre los Austrias.

Quizá sea símbolo de pureza, propongo. De pretendida pureza, completo.

Podría, acepta Isabel conciliadora.

Enfrente de este cuadro hay otro y al lado otro más, ambos de reyes españoles, de una nueva rama familiar, los Borbones, que van endulzando la expresión y superando en los ropajes la adustez y sobriedad de los Austrias, dejándose notar la influencia de Versalles, el lujo.

Es con los Borbones que sucedieron a los Austrias que se da el paso de la monarquía absoluta al despotismo ilustrado. Estos tres cuadros muestran esta transición muy bien, valora Isabel.

Aprovecha para explicar el reto que plantea un retrato, cualquiera. El retrato está destinado a emitir un mensaje: esto es lo que quiero que veas pero no solo pues lo que se ve también educa la mirada del espectador. 

Ver es un proceso biológico y mirar, cultural, trato de aportar.

Efectivamente, concede.

Los Borbones imponen academias, sigue. Su objetivo último es controlar el discurso. Todos los que quieran hacer algo deben hacer lo mismo que todos. Como consecuencia, por ejemplo, nuestra afamada cantería llega a su fin, desaparece.

Hemos buscado Raquel y yo la casa natal de Juan de Herrera, el arquitecto de El Escorial. Se conserva una casa preciosa en Roiz que es probable haya habitado, pero los vecinos aseguran que no es esa en la que nació. Su casa natal era menos noble, era una casa baja y estaba al lado del cementerio. Fue derribada hace pocos años para ampliar el aparcamiento. Esta tenía cuadru, una solución tradicional que consiste en una estructura de madera que soporta directamente el tejado. Las paredes de piedra únicamente envuelven esta estructura. El cuadru se armaba en verano y se ponía el ramu cuando se terminaba el tejado. Se levantaban las paredes de piedra coincidiendo con la llegada de las lluvias. Es difícil no reconocer el cuadru tradicional en el cubo que servía a Juan de Herrera como inspiración. Lo mismo cabe decir del cubo de Juan de Herrera en la obra de Moneo. Se suele dar por supuesto que son las élites las que hallan las soluciones y el pueblo llano el que las desvirtúa, pero esta creencia es solo eso, una creencia, y como tal está cargada de intención.

La pintura, la arquitectura y otras artes no son neutrales. Tampoco es inocente la lectura que hagamos de ellas.

Otro género contemplado en la exposición son las naturalezas muertas. Este género engloba todas las pinturas en las que aparecen elementos inanimados, cosas. El bodegón es un subgénero de la naturaleza muerta. En él se representan comidas, bebidas y utensilios afines. Esta es la definición académica. Pero en la exposición se incluyen dos bodegones, así categorizados, pese a haber varias mujeres representadas en ellos. Uno se titula Vendedora de ostras y otro Bodegón con mujer, los dos anónimos. Son obras del mil seiscientos y ambos pertenecen a la Fundación Caja Cantabria.

Gramaticalmente cuando coinciden un hombre y una mujer en una frase los adjetivos concuerdan en masculino. Pero también pasa cuando coinciden una mujer y un animal: "una mujer y un perro blancos", por ejemplo.

En este caso parece que aquellas cosas que identifican Vendedora de ostras y Bodegón con mujer como bodegones prevalecen sobre las mujeres en ellos representadas.

Nada raro para la época, nada raro en la nuestra corregirlo.

Ciertamente, tendremos que reconsiderar su adscripción, indica Isabel. Son más escenas costumbristas.

Otro subgénero además de los bodegones dentro de las naturalezas muertas es el que atiende a los cuadros de flores. En la Edad Media no era nada raro que las representaciones de la Anunciación o de la Encarnación vinieran acompañadas de flores. Progresivamente, desde el s. XV y a lo largo de la centuria siguiente, el arte floral se fue independizando hasta convertirse en un género en sí mismo. El detonante se localiza en Flandes. Se explica por el desarrollo hortícola que tuvo lugar en los albores de la Edad Moderna, que dio un claro impulso a la jardinería, además de por la llegada de nuevas especies desde América. Los botánicos recurrieron a artistas capaces de reproducir minuciosamente las nuevas especies y los tratados y repertorios florales ganaron en detalle.

Foco de enorme influencia fue la imprenta de Cristóbal Plantino en Amberes. El propio Rubens perteneció al círculo de este impresor, también relacionado con Justo Lipsio, erudito que a su vez estaba relacionado con Carolus Clusius (Charles de L´Écluse), uno de los más destacados botánicos del mundo. Es de estas relaciones de donde surge el interés de Rubens por la jardinería y el detallismo con que representa plantas y flores en sus creaciones. De su mano, el reino vegetal se estandariza.

Sus modos de representación, completa Isabel.

No hay un estado natural de las cosas, asiento.

Dentro de los bodegones con flores hay una variante significativa que son las guirnaldas. Estas presentan un motivo central de temática religiosa rodeado de flores. 

La guirnalda se suele asociar a ideas de pureza, amor, fertilidad, abundancia, sacrificio, poder o virtud de la figura representada, amplía Isabel. Esta carga simbólica las aleja de las naturalezas muertas, que en principio no van más allá de la mera formalidad de lo representado, aunque ya hemos visto que esto no es posible, que siempre hay una carga de profundidad a punto de detonar.

Para la exposición se ha seleccionado Guirnalda con Virgen y el Niño, anónimo flamenco de mediados del setecientos perteneciente a la colección del MAS. El contraste entre la escena religiosa, a oscuras, y las flores, a plena luz, es muy acentuado.

Por último, el paisaje. El origen de este género se encuentra de nuevo en los países del norte. La Reforma rompe amarras con la Iglesia Católica y se cancela toda imaginería religiosa. En consecuencia, también se cancelan los encargos. La alternativa se encuentra en el paisaje. Es la rampante burguesía local la nueva fuente de ingresos. La burguesía y la decoración.

El origen del paisaje como género se sitúa en la Adoración del Cordero Místico (1432) de los hermanos Jan y Hubert van Eyck, fija Isabel. Pero la primera vez que se emplea el término "paisaje" es en Italia. Frente al amor por el detalle del paisaje holandés, el italiano es un paisaje idealizado. En Holanda cada cosa es, digamos, el recurso mnemotécnico de una idea, todo tiene un porqué, aclara. Así por ejemplo en el retrato de Giovanni Arnolfini y su esposa (1434) de Jan van Eyck, donde se presenta una amplísima panoplia de objetos cargados de significado, como las naranjas.

Muchos de nuestros paisanos recuerdan haber recibido naranjas como regalo de Reyes, eran consideradas un auténtico capricho, informo. No sé qué significado tendrán las naranjas en este cuadro del mil quinientos, probablemente sean símbolo de eso, del lujo, pero, añado, los escarpines que calza la figura masculina me parecen una forma de mostrar respeto por la convivencia en común (respeto que, por cierto, no tiene correspondencia en el título de la obra). En las casas tradicionales cántabras los pinos o clavos de madera, también los de forja, de las tablas del suelo están remetidos, rehundidos para que, precisamente, los escarpines no se enganchen, porque en casa se estaba en escarpines, para no estropear el suelo y no hacer ruido, en definitiva, para no molestar.

Isabel continúa su explicación remarcando la diferencia entre el paisaje holandés primigenio cargado de detalles y el temprano paisaje italiano idealizado. Este recogía vistas de la campiña romana a media luz que sirven de marco para escenas bucólicas, mitológicas o religiosas.

El paisaje italianizante es acuñado en el taller veneciano de la familia Bassano, amplía Isabel. A esta escuela pertenecen dos cuadros anónimos de la exposición, uno dedicado a la primavera y otro al otoño, ambos del s. XVII. En el primero se ven dos figuras a lo lejos que, apunta Isabel, quizá representen a Adán y Eva.

Vuelvo a hacer una foto de detalle con el móvil.


Adán y Eva antes ocupaban el primer plano. Ahora el primer plano lo ocupa lo que antes estaba al fondo, el paisaje. Y resulta que Adán y Eva no estaban solos, que había más gente, digo. Efectivamente, el cuadro está muy animado.

Es una sorpresa, sí, reconoce. Cuando este cuadro llegó a nosotros estaba muy sucio. Fue al limpiarlo que aparecieron estas dos figuras. No sabíamos que estaban ahí.

No es que el pintor nos invite a mirar detrás del caballete, tal y como hace Velázquez en Las Meninas, propongo, es que el caballete se ha desplazado al fondo de lo que veíamos antes. Adán y Eva son ahora un recordatorio de los orígenes.

De los orígenes del género de paisaje, al menos, admite Isabel.

En las ramas posados y también volando alrededor del árbol, golondrinas. Tienen el pecho rojo. En el mundo tradicional cántabro las golondrinas son tenidas por señal de buen augurio. Nunca se quitan sus nidos si los hacen en casa. Se toman medidas para que no ensucien, pero no se retiran, a nadie se le ocurriría hacerlo. En casa de mis padres han anidado en el garaje. Mis padres han abierto un paso en el portón para que puedan entrar y salir cuando quieran, y se preocupan de retirar cuando hace falta cartones que han extendido previamente en el suelo para que no manchen. Pero no las echan. Se lo cuento a Isabel, que trae a colación la Puerta de los Pájaros que construyó Gaudí en Comillas. Ella relaciona esta portalada con la transformación de Comillas en escenario teatral con motivo de una visita que hicieron los reyes invitados por el marqués. De aquella visita debe el título de primer pueblo de España con luz eléctrica.

La portalada comillana presenta tres accesos: para los animales y carruajes, para las personas (y hasta ahora la solución es común al resto de portaladas tradicionales cántabras) y (he aquí lo que hace a esta portalada una obra maestra) para los pájaros.

¿Qué será, una idea original de Gaudí o se inspiraría en algún paisano cántabro, en alguna casa cántabra?, planteo. 

No lo sé, reconoce Isabel, pero es una maravilla.

Las golondrinas son tan queridas porque se cree que quitaron las espinas a Jesucristo, por eso lo del pecho rojo, por la sangre, aclaro. En realidad es porque se comen los insectos que rondan la casa, las moscas, los mosquitos, etc.

Golondrinas, pues, dice. No las habría reconocido, concede.

Nos acercamos entonces a las primeras obras, que serán las últimas nuestras. Están junto a la puerta de la sala de exposiciones. El montaje es excepcional. Son unos cobres barrocos prototípicos. El artista de la época tenía a su disposición una batería de soluciones llamadas "fórmulas recetarias", que combina. Proceden de colecciones de grabados. Rubens fue pionero en este mercado. Varios de estos cobres están atravesados por rayos de sol que se abren paso entre las nubes. En Cantabria se les llama lugas, del latín LOCUS, "lugar". En Cantabria, a los claros de sol los hermanamos con los lugares, remarco. Un claro en el bosque es el lugar prototípico.

La última obra en la que nos detenemos es Sagrada Familia con San Juanito (ca. 1646-1650) de Valerio Castello, de la colección del MAS. Aparenta estar desenfocada, y se lo digo. Responde que es fruto de una conquista, la de la perspectiva atmosférica. Primero fue la perspectiva lineal, que recortaba las figuras. Mejoraba la medieval, plana. Pero el resultado era artificioso. Fue Leonardo da Vinci el primero que supo representar lo que había alrededor.

Leonardo da Vinci encontró la técnica.

El artificio para aparentar naturalidad, añado.

Exacto, concede Isabel.

La mujer representada está abrazando a un niño y parece que nos acoge también a nosotros. El calor de su abrazo es sincero.

Salimos, se nos ha hecho de noche. Luce la luna, la claridad está en todo.




Las tres últimas fotografías están cedidas por la Fundación Caja Cantabria para el presente proyecto.

VIRIDITAS, 15. Los últimos claveles antiguos

Vamos al pueblo de Rubalcaba a buscar claveles antiguos. Fue Danitu, divulgador de cultura popular cántabra, además de técnico medioambiental, el que nos puso sobre la pista. Son más pequeños que los habituales hoy día. Se parecen a clavelinas pero con menos pétalos. No los he visto en ningún otro lugar, indica.

Aparcamos frente a una antigua tienda. Dentro el tiempo parece haberse detenido. La regenta una anciana cuyo maquillaje se empasta con el ocre de las paredes. Tras el mostrador de madera, encima de una puerta que permanece cerrada, se exponen varias mariposas clavadas con alfileres, las de un lado de día, de colores, y las del otro grises y de mayor tamaño. Unas hacen bonito y a las otras las matamos cuando entran de noche, aclara.

Si seguís, encontraréis una casa que conserva claveles antiguos en el balcón, añade. Antes había muchos, en todas las casas alguno, pero ya no.

La hilera donde se encuentra la casa está al lado de la capilla. A simple vista se reconocen varias palabras en latín de una antigua inscripción. Los sillares de la capilla están reutilizados. La casa es la que hace esquina. Tiene planta baja con puerta de cuarterones, planta superior con balcón y encima el soberáu, que es donde antiguamente se guardaba la cosecha.

Está abierto el cuarterón de arriba, llamamos a la puerta con los nudillos pero no contesta nadie. En el balcón hay varias mantas tendidas al sol. Los pocos tornos que se ven están dispuestos a la suficiente distancia como para que no quepa la cabeza de un niño y evitar así accidentes. Es esta otra de las funciones tradicionales del balcón, la de dejar en él a los hijos solos, a la vista de los padres desde las tierras de labranza o al cuidado de los vecinos, que pueden atenderlos desde la calle. Se trata de una casa antigua construida pensando en el futuro, en los niños. Está aparentemente vacía. Entre los tornos cabecean al aire un par de claveles.

Son pequeños, rojos y poco vistosos pero preciosos.