sábado, 1 de julio de 2023

VIRIDITAS, 12: Entrevista a David Añíbarro, paisajista

David Añíbarro es paisajista y ha trabajado para el Gobierno de Cantabria, por ejemplo en el magnífico parque de acceso a Unquera o en el parque de La Ribera en Suances, al lado mismo de la ría de San Martín, también para el Ayuntamiento de Santander, caso de la reforma del parque de La Marga o en el proyecto de restauración de los Jardines de Piquío, cuya obra todavía no está licitada, además de para el Banco Santander, tanto en su sede de Medio Cudeyo (Cantabria), que alberga el Centro de Proceso de Datos, como en la de Boadilla del Monte, su ciudad Financiera en Madrid, ambos proyectos ganados en concurso de ideas. A sus clientes ofrece una propuesta de paisaje completa que incluye no solo los jardines sino también la urbanización. Añíbarro tiene un CV de primer orden, de referencia en el panorama nacional, y nosotros la fortuna de que sea cántabro.

Quedamos en una cafetería aledaña a los Jardines de Pereda. El novelista del que los jardines toman su nombre se halla representado en la cima de una roca que, monumental, preside el conjunto. Por sus faldas ascienden distintos personajes en bronce de su obra, desde la pejina Sotileza al montañés Pito Salces. Los jardines fueron inaugurados el año 1905 y son de inspiración romántica. Eran fragosos y estaban recorridos por caminos sinuosos. Pero la reciente construcción del Centro Botín trajo consigo su transformación. Por aquí empieza inevitablemente nuestra conversación.

En los jardines conviven las líneas curvas de Fernando Caruncho y las líneas rectas de Renzo Piano. Las primeras son coherentes con el planteamiento original, que entiende los jardines como un dispositivo que opera para ensalzar la figura de Pereda, aunque de esta misión quizá solo reste el modelo radial, no tanto la centralidad del novelista, pues su influencia, con el paso del tiempo, ha devenido menor. Por su parte, las líneas rectas se plantean como una estrategia para sacarlos de su ensimismamiento. Se pretende con ellas alinear los jardines con la retícula del ensanche santanderino.

Las primeras son románticas y las segundas ilustradas.

Si esperas una síntesis no la vas a encontrar, Mario.

Los jardines están construidos sobre los cubos del antiguo castillo de San Felipe. Debajo de todo se halla el antiguo lecho marino.

Los pozos abiertos por Cristina Iglesias en los jardines dan vista al antiguo fondo de la mar, y, resolviendo la duda de Rafael Alberti, utiliza el femenino, que es como lo hacen los marineros de la costa cántabra.

Es en ese corte transversal donde se pueden leer todas las capas de los jardines.

Es una metáfora, claro, aclaro, y David asiente. 

Los jardines pivotan en torno a un elemento central que se mantiene desde los orígenes y además se han clareado, se ha facilitado el paso de la luz, lo cual es resultado de aplicar la lógica ilustrada que propone Renzo Piano. Es la cápsula de información que podríamos recetar.

Pero quizá la relación con la bahía no esté del todo afinada. Vale que se haya aceptado elevar el edificio a la altura de las copas de los árboles para no interrumpir las vistas (y este es un tanto que se puede apuntar la iniciativa ciudadana), pero hay especies cuyo crecimiento no se previno, ni su ubicación, y ahora, transcurridos suficientes años, empiezan a hacer cortina, cegando la bahía. Actualmente ya casi no se ve Peña Cabarga desde la Plaza de Alfonso XIII, un error claro de selección de especies para el proyecto, apunta Añíbarro.

Efectivamente, la obra monumental que José Cobo dedica al incendio de 1941, erigida en los jardines, previa a la remodelación promovida por la Fundación Botín, está pensada para que el cielo despejado por el viento sur haga de fondo y es el propio escultor, al que llamo por teléfono, el que confirma que los árboles que han crecido por detrás interfieren en la recepción de su obra. Doy por buena, pues, la prevención del paisajista.

Yo no soy fiel a ninguna escuela, avisa David, no sigo ni el modelo inglés ni el francés. Hay que aprehender el lugar y actuar en consecuencia. Cada espacio tiene su problemática y por tanto se debe establecer o diseñar un programa acorde para cada uno de ellos que dé una solución a los usos y necesidades, y de esta última frase tomo nota literal. Cabe añadir que no llevo grabadora y que notas tomo pocas. David también da por buenas mis prevenciones.

Me viene a la cabeza la palabra conciencia, del latín CONSCIENTIA, que, sobre la palabra SCIRE, "saber", primero significó "conocimiento compartido", luego "conocimiento global, completo", y después "autoconocimiento global del ser humano, de su existencia y de su pensamiento, de sus actos y de la relación de estos con la moral". Hay que actuar de forma consecuente, decías, David, y creo que también de forma consciente, completo.

Eso es, aprueba.

Yo para mi actual trabajo en los Jardines de Piquío, continúa, he recurrido incluso a fotografía histórica. Hay árboles que ya no están pero su presencia se adivina en los árboles que estuvieron a su lado y han llegado hasta nosotros. Por ejemplo, en el viento, su efecto, que antes no afectaba porque no alcanzaba y ahora sí, interfiriendo en sus antiguos vecinos. Árboles que antes crecían rectos ahora se curvan, parecen vencidos. No son especies, las de estos árboles que no están pero se sienten, latentes, no son especies, decía, que recupere por un mero ejercicio de melancolía. Sabiendo que han estado tengo que contar con ellas para desecharlas o para reintroducirlas, pero tengo que tenerlas presentes, tengo que traerlas al presente. Me veo obligado a decidir sobre ellas en función de su entorno, el de ahora y el que será, también en función del que fue.

Hago papiroflexia con el tiempo y con el espacio, indica. Doblo y desdoblo. En muchos de mis trabajos incorporo pequeñas colinas para ganar potencia, para multiplicar las posibilidades del lugar, para dar cabida a todo lo que necesito, a todo lo que está guardado dentro y está presionando para salir, a todo lo que necesita aflorar.

Las colinas de David son como follies que aparecen sorpresivamente en los jardines románticos. Los desplegamos a medida que recorremos sus intrincadas sendas, pienso.

La sorpresa oculta dentro de la pajarita

qué será:

un estanque, por ejemplo.

No hago nada por hacer, todo tiene sentido, asegura, todas mis decisiones están efectivamente, como señalabas tú antes, concede David, tomadas de forma consciente, son decisiones responsables.

Le pregunto y también él de pequeño se tiraba rodando por los prados en cuesta, como hacía yo. Las colinas de David cobran pleno sentido aquí y por eso es aquí donde están, como nosotros.

De un árbol tengo en cuenta todo, dintorno y contorno, que diría Ortega y Gasset, no solo su porte, el color de la corteza o cómo se desarrollan las raíces, por ejemplo, sino también la sombra que genera o las hojas en el suelo: si caen a tierra o sobre asfalto, de una vez como el ginkgo biloba o por veces y en este caso a qué ritmo o bajo qué condiciones, en fin, todo.

En mi caso presupuesto por unidad, por árbol, si es de árboles que hablamos. Como yo trato a los árboles es de uno en uno. Por eso uno de mis árboles nunca va a, digamos, estar fuera de lugar, siempre va a estar integrado y estará sano.

Los ginkgo biloba de la antigua calle La Ribera de Santander, por ejemplo, lo mal que huelen en un determinado momento del año: es un olor a carne podrida que tenía como fin atraer a los dinosaurios. Es un árbol eterno. Se ha recuperado gracias a los monjes budistas, que lo custodiaban en sus monasterios. Pues bien, solo producen mal olor los árboles hembra, no los macho. Si quien fuera lo hubiera tenido en cuenta hoy no tendríamos un problema que mal gestionado podría acabar con la lastimosa tala de los árboles, con su desaparición.

La mirada es la que hace que unas meras coordenadas espaciales se conviertan en un lugar. Este va a nacer primero a nuestros ojos, obtendrá carta de naturaleza cuando le reconozcamos como tal. Es un proceso dilatado y delicado, muy exigente. Si acepto un encargo, lo daré por terminado cuando logre sentirme parte de ese lugar que yo mismo estoy contribuyendo a construir, concluye.

La cortina vegetal que tapa la bahía no está, como tampoco la bahía misma. La noche se las ha llevado hasta la mañana siguiente. Nosotros también nos despedimos.


    Ciudad Financiera del Banco Santander en Boadilla del Monte (Madrid).


    Parque de La Ribera en Suances.


    Jardín privado.


    Jardines del Centro de Proceso de Datos del Banco Santander en Solares.


    Vista Sur - Norte Nuevo Parque de La Marga en Santander.

    Fotografías tomadas y facilitadas para la presente publicación por David Añíbarro.