Nos asomamos al interior del complejo hospitalario desde la cristalera de la planta baja del Edificio 2 de Noviembre, donde los ascensores. En primer término se levantan los últimos pabellones precedidos de lo que presento como un jardín seco.
No creo que esté planteado como un jardín, Mario, me corrige.
Ángel de Diego Celis es arquitecto del Gobierno de Cantabria. Su firma y sobre todo su visión se encuentran en documentos tan importantes como el Plan de Ordenación del Litoral (POL) o el Plan Regional de Ordenación Territorial (PROT).
Tras recogerle en la puerta principal del Hospital, donde hemos quedado para esta entrevista sin grabadora, él de vacaciones y de negro, yo sin identificación porque nos conocemos, hemos hecho el primer alto al lado del gran óleo por tamaño y calidad de Roberto Orallo. Está resuelto a partir de una malla que sirve al autor para ordenar distintos recuerdos, como aquél de cuando nadaba hasta el azucarillo de la playa de La Concha de Santander y desde allí saludaba a su madre: el punto de vista del espectador se superpone al de la madre: el pintor de niño, una figura lejana subida a un cubo rodeado de pigmento azul que levanta la mano para saludarnos.
Lo que vemos es una cubierta invertida, continúa Ángel, no creo que haya habido ninguna voluntad paisajista. Pesa poco así que la grava lo sujeta. Es como en los invernales montañeses, con piedras en el tejado para que el viento no se lleve las tejas.
Efectivamente, se trata del tejado de Urgencias. ¿Por qué no una cubierta vegetal?, pregunto.
Una cubierta vegetal es más compleja y cara de mantener. Supongo que la empresa adjudicataria no vio la necesidad de complicarse. Si nadie se lo pidió, menos.
Le indico dónde está la Biblioteca, en el pabellón 16, y nos dirigimos hacia ella. El nivel -2 de las torres corresponde al nivel 0 de los pabellones. Se debe al desnivel del terreno. El Hospital está escalonado. De camino, nos asomamos al corte transversal de uno de los pozos. Más grava y aquí que los trabajadores tienen acceso, macetas. También macetas en las repisas de las ventanas que se pueden abrir.
Sonríe.
Tengo en el balcón de casa una esquina con geranios donde me encanta leer y sentirme rodeado, dice.
Cuando alcanzamos los jardines que están al pie de mi pabellón lo primero que hace es asomarse a otro pozo. Me explica entonces dos conceptos importantes en jardinería, la densidad y la topografía.
Adopta una postura de reposo, pese al frío saca las manos de los bolsillos y representa con ellas unas figuras pequeñitas que colecciona y posa en una repisa de casa, lo hace buscando relaciones, besos por ejemplo, relaciones que sus hijos pequeños aprecien, pero la señora que le ayuda con la casa las pone en orden, en línea, y Ángel vuelve a sonreír. Eso es la densidad, las relaciones que propicia la cercanía.
Las líneas rectas también dicen algo pero nada interesante, al menos para mí, revela.
Las macetas al fondo del pozo están alineadas, me fijo entonces.
Por su parte, la topografía sirve a efectos prácticos para ganar suelo, continúa. Pero de cráneo para adentro remite a un canon de belleza. La Toscana, por ejemplo. La transición de Cantabria a Castilla, ese paisaje de lomas, fantástico.
A mí me vienen a la cabeza las ondulaciones de La Marina cántabra.
Entonces sí, levantamos la vista y vemos los árboles.
Poco antes de quedar con Ángel estaba tratando de afinar el esquema de un repositorio digital para organizar los protocolos, procedimientos y planes de cuidados desarrollados por personal sanitario del Hospital. Es un encargo del Director Gerente. Se me echó el tiempo encima y no pude preparar la entrevista. Confío en nuestras afinidades.
Miento, traía una sola nota y era mental: hoy el mirlo ha despertado en mi barrio a las 5:05 de la mañana, y se lo digo. Son todo un símbolo para nosotros. Nos acompañan desde el origen. En Cantabria a los mirlos los llamamos miruellos, de una forma latina que significa "negro".
Los pabellones toman prestadas soluciones de la arquitectura tradicional cántabra, como las torres adosadas a un cuerpo central o los balcones, sin serlo. Es la conocida como arquitectura neomontañesa, cuyos principales promotores fueron burgueses dispuestos a recobrar la cultura, la que ellos consideraban suya (la otra es folklore), de las manos del pueblo, que amenazaba con desvirtuarla. La ideología impregna todas las facetas de la vida. Sin embargo los jardines no se inspiran en nuestras antiguas llosas, prácticamente extintas, sino que toman como referencia el modelo inglés. Al menos así aparece recogido en la documentación de época.
Sorprende, incide Ángel, porque el jardín que cabría esperar es el francés. El jardín inglés pretende ser reflejo de la naturaleza y el francés regularla. El inglés persigue igualarnos a la naturaleza y el francés reivindicarnos como su producto más acabado. No quita para que en los dos la naturaleza sea intervenida. No pequemos de inocentes.
Quizá jardín inglés por influencia de la reina Victoria Eugenia, de origen británico, de donde también el Palacio de La Magdalena, a diferencia de otras ciudades bajo influencia francesa, como por ejemplo San Sebastián, añado.
Puede, concede.
Lo que estoy viendo es poco ambicioso, sigue Ángel. Reconozco cierto juego con las densidades, por ejemplo al pie de tu pabellón, a sur, con especies muy básicas, sobre todo coníferas, o bordeando estos pozos, pero poco más.
Son unos jardines contemporáneos pero como lo pueda ser tapar un esquinal de sillería con losetas, ¿verdad?, presiono.
No tanto. Hoy lo más avanzado es dar a la naturaleza la oportunidad de seguir su curso. Aquí esto no sucede. Lo único, estas flores que veo que salen, margaritas y alguna otra. Esto es lo más parecido que tenéis a un jardín en movimiento.
Apenas se deja que asomen, las margaritas. Se siega muy a menudo, le interrumpo.
Demasiado, me temo. Es un suelo dañado, acota Ángel.
Quiero enseñarle los rosales japoneses de flores amarillas que están empezando a brotar. Las losas del camino están demasiado separadas y dificultan el paso. Quiero creer que estos jardines vuestros son el estadio previo a un jardín verdaderamente contemporáneo, dice, pero no le contesto porque me parece que lo ha dicho solo para sí mismo. Comprobamos que la puerta que conecta con el pasillo acristalado está cerrada. Le pido entonces que haga una foto.
La he hecho como se hacen ahora, en vertical, apostilla.
Aprovecha que tiene el móvil en la mano para identificar con su ayuda algunas plantas y árboles. Echa de menos olorosas.
Los jardines también han de olerse.
Este tejo se está secando.
Lo que más me gusta es el uso que tú estás dando ahora a estos jardines, concede.
Hay gente descansando, tomando un café, grupos charlando. Esto antes no se veía, informo. Ha sido a raíz de la pandemia.
Pues ojalá no lo perdáis, responde.
El sol se ha desplazado un poco a poniente, no mucho pero lo suficiente para ir poniendo punto final a nuestro encuentro. Le acompaño a la salida por la cuesta de los toros porque para terminar quiero que vea un solar, el que ha quedado libre tras tirar el edifico de la antigua escuela. Ferrovial lo estuvo usando como almacén de material pesado hasta que el suelo empezó a ceder es probable que porque debajo haya un refugio antiaéreo de la guerra.
Fantástico pero muy expuesto, es su opinión.
Lo que sí, aquí tenéis una buena oportunidad para jugar con la topografía.
Continuamos para ver desde arriba una caseta cuya cubierta de hormigón es un alarde. La carpintería metálica sostiene las cristaleras en un delicado equilibrio. Los jardineros la han ocupado y la utilizan como invernadero. No podía haber tenido mejor destino.
Hay un bosquete de laureles monumentales. Imagino sus raíces dentro del búnker. No dan sombra, les da la sombra del Hospital, como a nosotros.
Nos despedimos. Ángel va vestido de negro, como los miruellos.