martes, 2 de enero de 2024

VIRIDITAS, 20. Entrevista a José Cobo, escultor

Me llama desde el hall del Hospital y bajo desde mi despacho a toda prisa. Son solo unos minutos, pero son. Le encuentro observando el Belén que por Navidad tapa la obra de Adolfo Estrada y me disculpo.

No pasa nada, Mario, me tranquiliza.

Nos demoramos viendo las obras de Eduardo Gruber, Juan Uslé o Vicky Civera, adquiridas por el Hospital, y de Eloy Velázquez, Roberto Orallo, Gloria Torner o Arancha Goyeneche, cedidas en depósito.

Una compañera de Atención al Usuario se acerca al vernos: José Cobo es un escultor apreciado. Su obra pública en Santander es abundante. Suyos son Los Raqueros de Puertochico, el monumento al incendio y la reconstrucción de 1941 sita en los Jardines de Pereda y su obra más reciente en Santander: la escultura conmemorativa del 50 Aniversario del Concurso Internacional de Piano "Paloma O´Shea" en los aledaños del Palacio de Festivales.

No es por casualidad. José se gradúa en The School of the Art Institute of Chicago (SAIC) en 1986. En 1994 obtiene la beca de la Fundación Botín en Artes Plásticas y en 1995 se gradúa en Historia del Arte y Crítica en el SAIC, en cuyo Departamento de Escultura ejerce como profesor de 1994 a 1997. En 2014 gana el Premio de Artes Plásticas del Gobierno de Cantabria.

Ha sido artista visitante en Vermont Studio School (2009, 2013, 2016), Oxbow at Saugatuck, Michigan (1994, 1996), Universidad del País Vasco, MAS de Santander, etc. En 2015 la UIMP le dedica un Curso Magistral titulado "De la existencia a la idea".

Ha presentado exposiciones individuales en salas de Chicago, Nueva York y Miami, Colonia y Munich, Antwerp (Bélgica), etc. También en salas españolas y cántabras, como Rua y Juan Silió. Ha expuesto en el Palacete del Embarcadero, Fundación Botín, Biblioteca Central, Castillo de Argüeso o el CASYC de la Fundación Caja Cantabria.

A preguntas de la compañera de chaqueta roja José nos aclara la palabra raquero. No es un invento de Pereda. Es la palabra que se utilizaba para referirse a los críos que merodeaban por el puerto. Hoy conserva cierto componente peyorativo. Procede del inglés, lo mismo que pichi, que significa alquitrán. En la costa occidental de Cantabria alquitrán se dice chapapote, del náhuatl, y en la costa oriental galipó galipote, del francés, añado. Está visto que para ser cántabro hay que ser también de fuera, continúo. Otros ejemplos santanderinos son la machina, el paseo del puerto, palabra tomada de las primeras grúas de procedencia francesa, o güinchi, del inglés winch, montacargas.

Cuando José y yo nos quedamos a solas salimos a ver la escultura "Kinesis" (2005) ubicada en el acceso norte de Urgencias. Se trata de un homenaje al progreso de la ciencia que hizo su tío Ramón Calderón. Es la ampliación de una escultura de Ramón propiedad del cirujano Chencho Cubría. A José le gusta pero no su ubicación actual. No deja de ser un rincón, señala. No se corresponde con su monumentalidad. No sé por qué está donde está, reconozco.

Le pregunto entonces por su obra dedicada al incendio de Santander y la reconstrucción de 1941 emplazada en los Jardines de Pereda. A José le gusta pensar que es la única representación del viento sur que existe. Le pregunto buscando intencionadamente la relación con otro viento, el noroeste o gallego. Este viento al que las antiguas casas montañesas ofrecen el hastial ciego, sin vanos, es el mismo que el 2 de noviembre de 1999 provocó la caída de la pared del antiguo edificio de Traumatología al que sustituye la torre que ahora José y yo tenemos enfrente. 

Igual que el viento sur provocó la refundación de la ciudad en 1941, el noroeste supuso la refundación del Hospital en 1999.

La noche antes de la inauguración de la escultura el viento sur la destapó. Estaba cubierta de plástico, para protegerla. El viento sur quería ver su imagen, y José ríe.

Es una obra que mira a la ciudad. Metí dentro las formas de las nubes. La sombra que proyecta el sol fuerte y directo tiende a reducir los volúmenes a dos planos, los blancos y los negros. Yo aproveché que estaba a norte y no incidía la luz en ella para que la invadieran las tonalidades grises de las nubes.

El año 1918 se echaron los cimientos del Hospital y aunque el presupuesto se acabó poco después, estos primeros movimientos condicionaron el desarrollo futuro del Hospital. Hace cien años el nudo de comunicaciones estaba al norte, por eso el Hospital está volcado al norte pese a que su vocación era asomarse al sur. Las contradicciones fuerzan síntesis que son motor de progreso. El viento aviva fuegos y derriba paredes pero también deposita semillas.

Seguimos caminando y hacemos una parada tan breve como reducida es la arboleda ante la que nos detenemos y crecen o lo intentan distintos árboles, algunos acompañados de placas conmemorativas. A José este bosquete le lleva al que está previsto sembrar en el entorno del faro de Cabo Mayor, en el lugar conocido como Pozu Jondu, en homenaje a los fallecidos durante la pandemia. En esta ocasión soy yo al que no le gusta la elección del emplazamiento por su alto valor ecológico que no necesita aditamentos, pero callo. Tiene una obra titulada "Piedad" que encajaría muy bien, informa, y yo le digo que si no, que valore nuestro Hospital como ubicación alternativa.

Ingresamos a los jardines del Hospital por el Edificio Enlace. Le conduzco al lugar donde se encontraba el busto del Marqués de Valdecilla hecho por Emiliano Barral. Es de interior y estaba fuera, así que lo reubicamos en el Salón Noble de la Biblioteca. Emiliano Barral era un escultor anarquista de la Generación del 27. Esculpió bustos de Antonio Machado y Gregorio Marañón, entre otros. También levantó el mausoleo de Pablo Iglesias, arrasado tras la guerra. Murió en las trincheras del frente de Madrid. En los jardines queda la huella de la peana. Le pregunto por ella a José.

Representar lo que fue por lo que falta, le gusta. 

Sus palabras me llevan al cromlech de Sejos. En tiempos inmemoriales los campurrianos y los cabuérnigos estaban enfrentados por el control de aquellos pastos de verano. Se resolvió poner fin al conflicto enfrentándose dos príncipes, campurriano uno y cabuérnigo el otro. Los dos murieron en el desafío. Desde entonces campurrianos y cabuérnigos comparten Sejos. El cromlech se cree es la tumba de ambos y por eso se conoce como El Cimiteriu de los Príncipes.

Es una leyenda con reminiscencias neolíticas. Las piedras yacen en el suelo. Las levantaron los arqueólogos para estudiarlas y descubrieron ocultas dos representaciones antropomorfas armadas.

El círculo de piedras está señalando una ausencia, la de los príncipes, que protagonizaron un hecho singular, un acontecimiento, se me ocurre.

La presencia del mito en la ausencia, asiente.

La huella de la peana del busto del marqués de Barral en los jardines es interesante, mantenedla así, propone.

Sale entonces a colación su obra de 2021 en el bosque de Ziegelroda, en el monte Mittelberg, cerca de Nebra, en Alemania, donde en 1999 se descubrió un disco metálico de 3600 años de antigüedad que por primera vez en la historia de la humanidad representa el firmamento. Según la UNESCO, el disco celeste de Nebra "fue enterrado de manera ritual como ofrenda a los dioses, junto con dos espadas, dos hachas, dos brazaletes en espiral y un cincel de bronce". La instalación de José se titula "Wärcher" y ganó un concurso internacional cuyo lema era el poder, la representación y la defensa. La obra se compone de cinco láminas de bronce asociadas a otros tantos árboles del bosque. 

Me imaginaba los destellos de las armas que describe Homero, rememora.

Escaneé las hayas del bosque y reproduje sus nervaduras, parecidas a músculos, como si fueran armaduras.

Las armaduras de bronce dejan adivinar la anatomía de su portador, la musculatura de las hayas.

Estos elementos verticales metálicos se extienden en el terreno, tienen continuidad en el horizonte, introduciendo así el elemento horizontal o femenino, concluye.

Las obras del hospital iniciadas el año 1918 no solo condicionaron su orientación sino también su disposición: por aquel entonces el único modelo posible era el horizontal o pabellonario pero cuando se retomaron las obras gracias al impulso del marqués había otro modelo disponible, el vertical o norteamericano. Es este el que quiso desarrollar el primer Director Gerente, el Dr. Wenceslao López Albo, según él mismo reconoció en una conferencia de los años treinta que ha recuperado recientemente la Biblioteca, pero no pudo porque los cimientos ya estaban echados. En la actualidad esta disyuntiva se ha resuelto combinando ambos elementos, el vertical representado por las tres torres y el horizontal por el zócalo donde se asientan estas. La síntesis, efectivamente, supone un avance.

Esta obra suya de Alemania guarda una relación estrecha con otra instalada el año 2022 en Mazcuerras: "Naturaleza suspendida". En ella José erigió un aspa de troncos suspendidos en mitad de un corredor de plátanos.

Yo tuve la oportunidad de verla en su momento. Entonces me pareció que el autor estaba anulando (el aspa como tachadura) una formación vegetal creada por el ser humano, artificial pues, por serlo, es decir, la tachó por su artificiosidad, pero se daba la paradoja de que para ello el autor tenía que recurrir a la misma estrategia que criticaba, es decir, su crítica se valía, quizá por no haber alternativa, del mismo artificio que pretendía criticar. Los dos discursos que reconocí en su obra caían en lo mismo, en la manipulación de la naturaleza, me pareció. El primero, que podríamos calificar como clásico por esa identidad suya con los templos griegos, manipulaba la naturaleza de forma ingenua aunque no por ello menos agresiva y el segundo lo hacía de forma si se quiere más consciente, recurriendo a la ironía, que es un rasgo netamente postmoderno. También lo es apelar a la antigüedad clásica para, de alguna manera, cuestionarla.

Hasta aquí mi lectura de hace un año y pico, cuando la estuve viendo en Mazcuerras. Ahora ya no está.

Me gustaría recuperarla, dice José, pero al completo, es decir, incluida la formación de plátanos, no solo los dos troncos suspendidos. Esta obra lo tiene todo, tanto desde el punto de vista compositivo como ideacional, todo.

Esta obra mía se inscribe en la siguiente cadena, y José la expone: naturaleza domesticada, naturaleza ordenada, naturaleza aniquilada y naturaleza sublimada. 

Abandonamos los jardines siguiendo los pasos de hormigón, pasos incómodos, dispuestos a una distancia forzada unos de otros, que conducen a una de las puertas que se abren en el largo pasillo acristalado que enhebra los antiguos pabellones como si fueran cuentas de un mismo collar. El mío es el del centro, el 16. La Biblioteca se encuentra en la segunda planta. Nada más entrar nos dirigimos al Salón Noble a ver el busto del marqués.

Es una obra admirable, convenimos.

Nos sentamos en un antiguo banco con respaldo de listones que parecen paréntesis.

Su estilo lo define como "figurativismo postmodernista". 

Las figuras están pero no son por sí mismas ni me definen, al contrario, la parte postmoderna de mi obra alude a la ausencia de estilo. Lo que importa es el tema, no aplica si figurativismo o abstracto.

En mi caso las figuras actúan en el espacio, no están aisladas, asegura José. Si tuvieran marco o las pusiera encima de una peana estarían en otro sitio, pero no. Las mías están operando en el espacio que ocupan.

Para mí el espacio es como el del Barroco, no es un espacio neutral.

Por ejemplo los raqueros de Puertochico, continúa. Es una obra en la que me preocupé de meter el muelle dentro. La bahía, el viento sur, la machina, todo está ahí. El viandante también está, de hecho la instalación cambia a su paso, él la activa. El raquero de pie, otro más que está sentado en un noray y el tercero lanzándose al agua: es un abanico que se abre.

O se cierra.

Es tarde. Salimos y nos tomamos un café rápido cerca. Yo llevo mi habitual mazo de papel pero lo hago por inercia, sin intención de utilizarlo. No obstante tomo las últimas notas.

¿Interaccionar con tus obras es como darle al play?, pregunto.

Tú mismo te respondes al emplear el verbo interaccionar.

Por último, me hace una recomendación, que atiendo.

La crítica tradicional describía, no interpretaba. Sin embargo, la crítica actual, la que a mí más me interesa, incide, no duda interpretar. Así, busca relaciones por ejemplo con el feminismo o con el ecologismo. 

Te recomiendo leer a Rosalind Krauss. Suya es la idea de "campo expandido". Eso es lo que creo que estás haciendo tú con Viriditas, Mario.

VIRIDITAS, 19. El perímetro

Los japoneses levantan el tejado sobre una estructura de postes que luego es envuelta en papel y la sombra que proyecta es la que marca el perímetro de la casa. Lo explica Tanizaki en Elogio de la sombra.

En la casa tradicional cántabra el tejado también apoya sobre una estructura de postes, el conocido como cuadru, que luego es envuelto en piedra, y es el agua de lluvia que escurre del alero, las goteraas, la que marca el perímetro de la casa.

El velo de sombra en la casa japonesa es la cortina de agua en la casa cántabra.

Se ha hecho de noche en el hospital y sigue lloviendo.