Esta tarde he estado resolviendo la donación de la biblioteca del que fuera médico de Luena durante la guerra. Fantásticas las revistas, la mayor parte editadas por la Industria. Solían recibirlas los médicos de forma gratuita. En muchos casos eran las únicas a su alcance.
Estas revistas representan una laguna para nosotros. La Biblioteca Marquesa de Pelayo fue inaugurada el año 1929. Es la primera moderna de España. Habría que esperar casi cincuenta años para que se viera como algo normal que hubiera bibliotecas especializadas en los hospitales españoles. Es probable que fuera por este motivo, por la escasa presencia de bibliotecas hospitalarias, que no recibiéramos en su momento este tipo de revistas, porque ni nuestra biblioteca estaba suscrita a ellas (sí a más de ochenta cabeceras internacionales de primer nivel, pero no a estas) ni la Industria se preocupaba de enviárnoslas, quizá por desconocimiento o porque, en aquellos años, no éramos su público objetivo. También pudiera ser que sí las recibiéramos pero no se las valorara lo suficiente y se tiraran, no entro en si de forma acertada o no. Lo cierto es que no las tenemos en nuestro fondo y si no las tenemos nosotros es difícil que en España las tenga nadie más. Por eso es importante cubrir esta laguna, por nosotros y por nuestro entorno. También somos en lo que nos rodea.
Es una pena tener lagunas como esta, decía, aunque una vez detectada estemos haciendo lo posible por cubrirla. También apena saber que nuestra biblioteca no fuera circulante, es decir, que no cubriera a todos los profesionales cántabros. Estaba previsto pero problemas presupuestarios y también de intendencia lo hicieron imposible. Por eso que aquellos profesionales que no estuvieran vinculados a la Casa de Salud Valdecilla se vieran, de alguna manera, desasistidos: tenían acceso a información científica si se la pagaban ellos y de forma complementaria a través de estas revistas de la Industria, no necesariamente sesgadas, aunque está claro que su foco de interés coincidía con el de la empresa que las financiaba. No era la mejor de las situaciones, pues. Los profesionales de aquel entonces también tenían la opción de venir a la Biblioteca en persona, pero imagino que no les resultara fácil; no al menos al médico de Luena.
Hoy, y desde hace relativamente poco, este problema no lo tenemos. La Biblioteca Marquesa de Pelayo atiende a todo el Sistema Sanitario Público de Cantabria. Hemos reunido todas las revistas en papel del Sistema, incluidas las de las extintas bibliotecas de la Residencia Cantabria y del Hospital Sierrallana. Hemos centralizado también los recursos electrónicos. A todo proveemos acceso desde nuestra biblioteca virtual. Se suma el servicio de préstamo interbibliotecario, que, gracias a la cooperación, permite obtener fuera lo que la biblioteca no tiene dentro. En correspondencia, servimos lo que tenemos y las bibliotecas vecinas necesitan. La mejora es sustancial.
La donación del antiguo médico de Luena está prácticamente resuelta. Termina la primavera, el día y termina también mi jornada laboral (en realidad lo hizo hace varias horas). Antes de cerrar, me asomo por una de las ventanas de mi despacho, la que mira a poniente.
Se oculta el sol tras Peñacastillo
el cielo rojizo corta la respiración
tomo aire y cae la noche. Peñacastillo
desaparece salvo por un punto de luz
roja que parpadea arriba: la civili-
zación.