martes, 2 de mayo de 2023

VIRIDITAS, 8: Entrevista a Domingo de la Lastra, arquitecto

Quedamos en la puerta de la Facultad de Enfermería de la Universidad de Cantabria aledaña al Hospital Universitario Marqués de Valdecilla para empezar viendo el único tramo que se conserva de la verja que cerraba el perímetro de la Casa de Salud Valdecilla, medio oculto por enredaderas. Si no lo estuviera probablemente no habría llegado hasta nosotros. Lo protege el olvido.

Nos falta cultura de mantenimiento.

Lo afirma Domingo de la Lastra, de quien admiro tanto su trabajo como su implicación en distintas causas, no todas cómodas pero siempre justas. Suyos son los Cines Groucho de Santander, la pasarela del Mercado de la Esperanza o el centro cultural de Gándara (Soba). De su grado de compromiso da cumplida cuenta la creación del "Grupo Alceda", foro ciudadano para la defensa del patrimonio cultural y natural, y su colaboración como vocal de patrimonio arquitectónico en "Hispania Nostra Cantabria". Pese a nuestras muchas afinidades, no habíamos coincidido hasta ahora. Era hora de enmendarlo.

Nos falta querernos, tomarnos en serio, respetarnos.

(pausa)

Nos falta amor propio, concluye.

Nos detenemos bajo una hermosa mimosa florecida. Es un estallido amarillo. La verja presenta en su parte central el anagrama enmarcado de la Casa de Salud Valdecilla. Quedan pocos de estos marcos, apenas dos o tres. Del resto, y debieron ser decenas, nada se sabe. La casa que el doctor López Albo tenía a orillas del río Madre, que hace de frontera entre Colindres y Laredo, recientemente derruida, disfrutaba de un jardín indiano en cuya cancela había otros dos anagramas, del padre y de la madre, que respondían al mismo estilo que el del Hospital, quizá estos más escuetos, más ornamentados los familiares, como si unos y otros hubieran sido diseñados por una misma mano movida por distintos intereses o en distintas épocas. Tampoco se sabe dónde están estos últimos. La casa cuando la tiraron ya no pertenecía a la familia del doctor.

No paramos aquí por casualidad. Mi abuelo cabuérnigo en cuanto podía se prendía una ramita de mimosa en el ojal de la chaqueta. Le pregunto a Domingo por su abuelo, Deogracias Mariano de la Lastra, a quien debemos algunas de las obras más relevantes de la arquitectura cántabra, como la sede del antiguo Ateneo Popular de Santander, de estilo moderno, la casa de vecindad que destaca en la esquina de la C/ Fernández de Isla, de estilo cubista, o el monumento al Dr. Madrazo en Vega de Pas, entre otras muchas.

Domingo me relata una historia de vida de su abuelo, que conoce por testimonios familiares, relacionada con el Hospital. Resulta que se convocó un concurso público para construir un hospital que sustituyera al de San Rafael, actual sede del Parlamento de Cantabria, concurso que ganó su abuelo junto con los arquitectos Eloy Martínez del Valle y Francisco Urcola. Pero al poco de arrancar las obras, se paralizaron por falta de presupuesto. Las retomó, como sabemos, el marqués, que impuso sus condiciones, quedando el anterior proyecto al margen. Pleitearon los responsables por sus derechos y ganaron, pero el proyecto fue otro. El dinero que recibió su abuelo como compensación lo invirtió en el asilo para ancianos desamparados de la Calle Santa Lucía y en la construcción del banco - monumento en homenaje al doctor Víctor Quintana que se encuentra en el Paseo Pereda. El doctor Quintana fue el último director del Hospital de San Rafael y había sido llamado a dirigir el nuevo hospital pero finalmente fue sustituido, por interposición del marqués, por el doctor López Albo, recomendado por el doctor Gregorio Marañón. El arquitecto que terminó firmando las obras fue Gonzalo Bringas.

Entramos en una cafetería próxima al Hospital. Pedimos y nos acomodamos en un sofá. Nuestra charla es amena y avanza sin atropellos, evitando los tumultos. En un momento dado Domingo se refiere a la fidelidad que debemos a nuestra memoria. Le interrumpo porque es una idea que me parece buen pórtico para la entrevista y le pido un poco de tiempo para sacar la libreta y tomar nota de lo que está diciendo.

Tomando de la mano tu frase, Domingo, te quería preguntar por la idea de originalidad. Sabrás que los templos japoneses son considerados de los más antiguos del mundo a pesar de ser de madera o precisamente por serlo, y Domingo asiente, los más antiguos porque se pueden rehacer una y otra vez, siempre que se decida hacerlo, y paro para provocar su respuesta.

Exacto, confirma.

Mi intención era exponer que nuestra arquitectura tradicional también fue de madera hasta el 1500 y que la posterior, de piedra, conserva dentro una recia estructura de madera que recibe el nombre de cuadru, una especie de pérgola compuesta por cuatro postes sobre los que apoya directamente la cubierta, herencia de nuestra arquitectura más antigua. Los muros aquí no son de carga, solo se ocupan de envolver, de proteger el cuadru, el alma de madera de la casa. Desde este punto quería llegar a la idea de regeneración tanto en el reino vegetal como en la arquitectura y cómo la relación entre ambos dominios se puede expresar, en mi opinión, a través de la jardinería, eso quería.

Pero no hizo falta.

Domingo me toma la palabra para llevarla mucho más lejos.

Asisto a un despliegue conceptual impresionante. Desisto de apuntarlo todo. Las más de las notas que siguen están escritas a partir de mis recuerdos, ligeramente prendidos de la memoria como mimosas en la chaqueta de mi abuelo.

En vista de la fragilidad de nuestra memoria, asevera (Domingo está asentando los cimientos y quiere que sean firmes), es más importante la fidelidad a ella misma que la propia memoria.

El patrimonio es la señal, la presencia de la memoria, continúa.

Su sola presencia, y Domingo se refiere al patrimonio, justifica el relato que comprende su razón de ser.

(pausa)

Yo puedo vivir en mi presente, sin patrimonio, lo que pasa es que si prescindimos de lo material, si yo pierdo la presencia de la memoria...

No concluye la frase porque prefiere abordar la idea que me quiere transmitir desde otro ángulo:

Si solo hay presente, si no hay patrimonio, al no haber constancia de la memoria, no hay razón para conservarla.

Asiento y él parece satisfecho.

Perder el patrimonio no es tanto perder el recuerdo como el recuerdo de eso que tenías que recordar, el recuerdo de que tenías que recordar algo.

Me pongo en situación e imagino que cambio de mano el reloj para recordar algo, que pierdo el reloj y que ni siquiera me acuerdo de haberlo tenido. 

Para el hombre sin memoria no hay nada antes ni después, continúa Domingo. Para el hombre sin memoria solo hay presente. La rebelión ante la fugacidad de la vida que rige el presente, ante el abismo del tiempo, es la memoria. Es en la memoria donde reside nuestro sentido de la eternidad, la memoria es el modo como retamos a Dios. Ese sentido trágico de la existencia motiva las grandes decisiones, es cuando tomamos consciencia de nuestra finitud, de una vida enmarcada por un antes y un después, por un final inexorable.

(pausa)

(le miro de hito en hito)

(me devuelve una mirada afilada)

(vuelvo al papel y Domingo al discurso)

La reacción es la belleza.

Esa reacción es emocionante.

Querer dejar la huella de lo que la vida nos hace sentir, eso es la belleza, y esa huella es el patrimonio.

(pausa)

No hacemos más que consecuencia.

No se oye a nadie a nuestro alrededor a pesar de estar todos los sitios ocupados. Nos envuelve un silencio respetuoso. Le pido a Domingo que me cuente algo más sobre él.

Ahora está muy ilusionado con un proyecto en Otero, cerca de Cabanzón, en el valle del Nansa. Se trata de una antigua iglesia que se quiere consolidar como ruina. Luego me explicará. También le apasiona pintar. No conozco su obra pero cuando escribo estas líneas ya me he preocupado de buscar y me encanta, por viva y comprometida. Es fácil de encontrar en redes.

Aprovecho para contarle que estoy dando vueltas al nombre del valle de mi familia, que es Cabuérniga, topónimo que no logro desvelar, y que creo que tiene que ver con una gran depresión abierta en el monte que preside el valle conocida como La Canalona. Me he acercado a ella desde las cumbres cercanas, costeando, desde el pie de la montaña, pero sin resultados, no logro saber el porqué del nombre del valle, de modo que ahora estoy yendo a La Canalona siempre que puedo a pintarla, que es otra forma de acercamiento. He comprado carboncillos pero no me valen porque no soy capaz de encontrar la luz en ellos, porque aun habiendo negrura no todo lo es, así que he empezado a pintarla con lo que encuentro, por ejemplo hojas que aprieto contra el papel, papel que mojo o expongo al sol, o con tierra.

Me dice entonces que le gustaría hacerme un retrato.

Se lo agradezco.

Aprovecha su obra de Cabanzón para explicarme lo importante que es consolidar una ruina. Esta se suele despreciar, tomar por un despojo, la ruina es de alguna manera una decepción, dice, pero en realidad la ruina es todo lo contrario. 

Se lo piensa y sentencia que la sola presencia de la ruina educa.

Le pido que se extienda en esa idea.

Poner freno al proceso de descomposición de la ruina para que sea contemplada y apreciada cambia la actitud de la persona, explica. El sentido contemplativo de la ruina potencia nuestra capacidad de aprecio.

Para aceptar la ruina tienes que cambiar tu propia percepción.

Digo sí.

Domingo tiene razón, ante el reto de una ruina detenida en el tiempo de forma consciente es imposible no preguntarte por qué, por qué esa ruina te interpela, y respondiéndote, sea cual sea la repuesta, estás ampliando tu percepción, estás incluyendo nuevos factores que sopesar, estás, en definitiva, enriqueciéndote.

Pasado es todo, no solo un palacio, también lo es una ruina, añade. Lo que llamamos patrimonio es una selección, es aquello que entendemos necesario para construir el relato de la historia, dice, y no puedo dejar de darle la razón. Por eso remarcaba antes, continúa Domingo, que una ruina es muy potente, porque cuando se selecciona, y toda selección implica una consciencia, se está construyendo patrimonio.

Es muy importante que la selección sea justa.

No debemos obnubilarnos por la verdad porque la verdad es una mentira más. Hay que ser justos en el relato, con eso es suficiente. 

Que sea justo significa que esté ajustado a las circunstancias.

Su última reflexión me conduce a los antiguos concejos, a su naturaleza. Primero eran los vecinos los que se reunían para debatir sobre los temas que ellos consideraban importantes, todos en pie de igualdad, donde las opiniones de todos valían lo mismo y se decidía en común, pero después las élites pasaron a controlarlos y a manipularlos para legitimar las decisiones que ellos provocaban y que a ellos beneficiaban. ¿O acaso los concejos nacieron precisamente para que las élites ejercieran un mayor control sobre sus vecinos? Es una reflexión relacionada con las circunstancias que apuntaba Domingo, que tan importantes o más que ellas me parecen las condiciones que las hacen posibles, y así se lo traslado.

Para Domingo son especialmente importantes tres coordenadas: pasado, presente y futuro, quiere que queden claras.

No soy más que pasado. No soy más que el pasado que he sido.

Pero tampoco soy más que el futuro. Lo único que soy es lo que me queda por ser.

En esa doble conciencia, en ese filo, habita el presente.

Para nuestros antepasados estaba claro. Fíjate en la cantidad de topónimos cántabros que hacen referencia a Jano, el dios bifronte de los clásicos, por ejemplo el pico Jano de Silió o el monte Hano de Santoña.

Los topónimos a los que remite Domingo creo yo que también pudieran tener que ver con el latín FANUM, "templo" (que los propios romanos atribuían a creencias prerromanas) o "lugar consagrado".

El pasado te concede la responsabilidad de tus propios actos, si eres consciente de tus actos también tienes que ser responsable de los mismos. Además, tienes capacidad de vislumbrar el futuro, es decir, tienes la capacidad de alterar tu destino.

Eres capaz de vislumbrar un futuro a la altura de lo que seas capaz de alcanzar.

Entiendo, le digo, que aquí pesa también la idea de justicia que comentabas antes, Domingo, pues justo será lo que facilita o al menos no impide que alcances lo que seas capaz de alcanzar.

Eso es, concede.

El futuro y el pasado tensionan el presente, continúa.

Entonces yo le hablo de un verbo montañés muy bonito, balumbar, por desgracia prácticamente extinto. La hierba alta en el carro balumba de camino al pajar. Valdría por ejemplo para una carga mal atada en la baca del coche. Me imagino el presente balumbando ora hacia el pasado, ora hacia el futuro.

Estar de camino en el presente (Domingo mueve las manos como si se las meciera el aire, el brillo de la hierba que amarillea al sol en su mirada) conlleva tratar de entender qué hago aquí y si estoy aquí qué puedo hacer.

Esta tensión agónica, existencial, la superamos gracias a la voluntad que hace decir: aquí hay un jardín, por ejemplo.

Verdad es que ahí hay un jardín porque tenemos la voluntad de que lo haya.

Así es, digo, precisamente VIRIDITAS consiste en instalar un jardín antes que en ningún sitio en la mente. Si decimos que ahí hay un jardín, lo hay, y si añadimos que ese jardín que hay ahí es el mismo que el de hace cien años, es porque lo es.

Estoy de acuerdo contigo, Mario. De alguna manera, tú y yo estamos ahora construyendo el jardín que desde este mismo momento es.

Sé que Domingo comparte conmigo la idea de que si nos declaramos los mismos que hace cien años es porque lo somos, o sus herederos, que es otra manera de decirlo o de serlo. Es importante poder recomponer la mirada, el sentido y el significado de las cosas.

Hablamos sobre la posibilidad de recuperar la fachada del pabellón "del reloj" que presidía la Casa de Salud Valdecilla cuyos sillares se encuentran enterrados en Punta Parayas pero le digo que si es por simbolismo yo más lógico veo trasplantar uno de los saúcos que crecen encima del montículo de piedras al lugar donde ha estado hasta hace poco el busto del marqués, al pie del pabellón 16, a cuya biblioteca, que dirijo, se ha trasladado por motivos de conservación.

Le parece una buena propuesta.

Le explico que en Cantabria el saúco se llama saúgu y que su madera se aprovechaba para hacer flautas. También que tanto la palabra castellana como la cántabra comparten etimología con el griego sambuca, instrumento musical que se hace precisamente con saúco. Los clásicos atribuían a este árbol propiedades curativas, y por extensión al sonido del instrumento. 

Cuánto mejor las ramas de saúco cimbreadas por el viento en los jardines del Hospital, sonando, si realmente es por simbolismo.

Sí, pero no pierdas de vista que hay otras opciones no necesariamente excluyentes, Mario.

No seguimos tirando de este hilo pero transcurridos varios días voy de visita a Comillas a ver una portalada de Gaudí donde hay una abertura para personas, otra para carruajes y una más para aves. Es la conocida como Puerta de los Pájaros. En Cantabria que las golondrinas aniden en el portal de casa o bajo el alero se toma como señal de bienaventuranza, de hecho los nidos no se retiran. Esto es porque se cree que las golondrinas retiraron las espinas de Cristo durante la Ascensión. En realidad estas aves se alimentan de insectos, por eso se las quiere alrededor de casa. Se toman por símbolo de buena suerte y también de buena vecindad, lo mismo que la higuera a la puerta. La portalada de Gaudí en Comillas remite a esta idea. Las portaladas son proyecciones de la fachada de la casa. Es la carta de presentación de la casa al lado del camino, para que se vea mejor. En este contexto tampoco sería mala idea recuperar la antigua fachada del Hospital como portalada del mismo.

Nuestro margen de maniobra somos nosotros mismos, continúa Domingo.

Hay que volver a decirlo todo, desde barrio a paseo, desde convivencia a oposición, todo, porque todo tiene que volverse permanentemente contemporáneo, que significa ajustado a las circunstancias.

El relato justo, resumo, y él asiente.

Se ha hecho un poco tarde. Salimos de la cafetería y le acompaño a la parada de bus. De camino paramos para ver desde arriba la caseta tomada por los jardineros. La utilizan como invernadero. Se encuentra en el extremo este del complejo hospitalario. Domingo propone consolidarla como si fuera una ruina, y cuidarla.

De nuevo vuelvo, Mario, insiste Domingo, a la importancia de la cultura del mantenimiento, porque es clave para sostener el principio de patrimonio.

Creo que terminar como se empieza es buena forma de terminar, el uróboros de los clásicos, pienso.

Tenemos que evitar sustituir la realidad por escenografías de la realidad. En el caso de esta caseta, concluye Domingo, es fundamental que quien la utilice aprenda a valorarla y entonces verás cómo la cuida.

Precisamente pasa entonces por debajo de donde estamos el jardinero y nos saluda. Le conozco y es de Ibio. Sabe lo que se hace.

Hay muchas cosas de las cosas que suceden fuera de las cosas, enuncia Domingo y parece estar proponiendo un trabalenguas, pero no. Lo vimos durante el confinamiento, se explica. No es que a nuestra casa le falte una terraza, es que a nuestra casa le han cercenado su habitabilidad, que es algo que viene dado por el entorno. En este sentido, este hospital necesita relacionarse mejor con su entorno. Este solar sería un punto de encuentro espléndido. Domingo se refiere al lugar donde antes estaba la casa de la maestra. La recuerdo de crío, los vanos sin tapar, ventanas y puertas sin cerrar. Es ahora un espacio en desuso.

Seguimos subiendo en dirección a la parada de bus. Tenemos la sensación de haber dejado algo abierto. Así es. Desde aquí arriba Peña Cabarga asoma por encima de los tejados. Las vistas son espléndidas.