viernes, 1 de diciembre de 2023

VIRIDITAS, 17. La aceba

En pandemia las hortensias de los dos balcones de la Biblioteca, el de la sala de formación y el de la sala de estudio, ambos con vistas a la bahía, se secaron. Eran de distintos colores. Sabemos que el color de las hortensias depende de la acidez del suelo. Murieron por igual.

Desde entonces las macetas están libres. Tenemos el proyecto de sembrar en ellas plantas relacionadas con nuestro entorno, sea la biomedicina o el paisaje cántabro. Por ejemplo, las clavelinas queridas por Gerardo Diego, cuya fundación custodia una de las más importantes bibliotecas de la Edad de Plata, o los alelíes de José María de Pereda, los narcisos y las quitamiriendas que anuncian a los pastores el tiempo de subir a los pastos de altura y de bajar, respectivamente, el cardo arzolla, la genciana, el ajo antojil, las siemprevivas, etc.

Así se lo expongo al responsable de jardinería del hospital, que ofrece su ayuda.

Estos balcones hacen un poco a mediodía, son un buen sitio.

¿Y eso qué significa?, pregunto.

Es algo que decían los antiguos. Significa que les da el sol la mitad del día, luego quedan en sombra. Eso es bueno.

Me trae de regalo una aceba. Se reconoce por los frutos, rojos. Es hija de la que crece al pie del pabellón 21, el de Dirección, señala. La madre está allí desde el origen. Es tan antigua como las palmeras o la secuoya. 

Como la Biblioteca misma, añado.

Cambiamos la tierra de las macetas. Se lleva la vieja y reseca, endurecida, en varios cajones. La nueva se ve fértil. Se lo agradezco.